MÚSICOS CALLEJEROS
Hay ya distancia y niebla
entre los días aquellos y estos días de ahora.
Pero quiero soñar que no fue un sueño
este recuerdo que a lo lejos brilla
con un fulgor tan vivo.
Íbamos paseando por Venecia los tres
—nuestro hijo, tú, yo— al final de una tarde
de primeros de abril. Vagábamos sin rumbo,
buscando la terraza de un café.
Habíamos andado muchas horas
y estábamos cansados.
Entonces, desde el fondo de una calle
que si mal no recuerdo da a la plaza
maravillosa de San Zaccaria,
nos empezó a llegar na música dulce,
íntima, emocionante. Y fuimos acercándonos
al mágico lugar del que surgía.
Había allí tres músicos
—un violín, una viola, un violonchelo—
que interpretaban con delicadeza,
con sentimiento grande, con espíritu,
la melodía de un viejo concierto veneciano.
Las notas que sonaban
tan naturales, verdaderas y hondas
en medio de la calle
iban ganando nuestros corazones
y el´de las gentes que como nosotros
se detenían a escuchar. Miraba
yo vuestros ojos y vuestro silencio.
Contemplaba también cómo muy lenta
se marchaba la tarde.
Y conmovido me decía por dentro:
«Que estos instantes duren, que no acabe este día».
Pero al poco la música
cesó y los tres seguimos —sosegados, dichosos—
nuestro camino. Yo la escuchaba aún.
¿Y vosotros, la oís? Con amor, con cuidado,
dejo sobre el papel los fugaces acordes
de aquel momento hermoso,
en un intento de ponerlos fuera
del alcance del tiempo y de las manos
irresponsables del olvido.
Eloy Sánchez Rosillo