DRAKE EN LA MAR DEL SUR
A Rafael Heliodoro Valle
Realejo, 16 de abril de 1579
Salí del puerto de Acapulco el 23 de Marzo y vine navegando hasta el sábado 4 de Abril
y media hora antes que amaneciera
vimos con la luna un navío junto al nuestro
con las velas y la proa que parecían de plata
y el que iba en el timón les gritó que se apartaran
y ellos no respondían como si estuvieran dormidos
Otra vez les gritaron: QUE DE DONDE VENÍA EL NAVÍO!
y dijeron que del Perú, y que era Miguel Ángel
y entonces oímos trompetas y disparos de arcabuces
y me ordenaron que bajara a su batel
y fuera a dónde estaba el capitán.
Lo hallé paseando en el puente
y me acerqué a él y le besé las manos, y me dijo
«¿Qué plata u oro trae este navío?»
Y yo le dije: «Ninguno.
Ninguno señor, sino mis platos y mis copas».
Me preguntó después si conocía al Virrey,
y le dije que sí. Y yo le pregunté al Capitán:
¿Si él era el mismo capitán Drake o no?
Y el capitán:
—Que él era el mismo Drake que yo decía.
Estuvimos hablando mucho rato hasta que fue la hora de comer
y me mandó que me sentara a su lado.
Sus platos y copas son de plata con los bordes de oro
y en ellos trae sus armas.
Tiene muchos perfumes y aguas de olores en cristales
que decía que se los había dado la Reina.
Come y cena siempre con música de vigolones,
y también lleva pintores que le van pintando toda la costa.
Es un hombre de unos veinticuatro años, pequeño, barbirrubio,
y es uno de los mayores marineros que hay en el mar.
Al día siguiente que fue domingo se vistió con un gran lujo
y mandó izar todas las banderas
y los gallardetes de colores en las cofas.
Y las argollas de bronce y cadenas y las barandas floridas
y faroles del Alcázar
brillaban como el oro.
El navío parecía un dragón dorado entre los delfines.
Y fuimos con el paje a mi navío a ver los cofres
y estuvo todo el día hasta la noche viendo lo que traía.
Lo que a mí me tomó no fue mucho,
ciertas niñerías mías,
y me dio un alfanje y un bracerillo de plata por ellas
y me dijo que lo perdonase
que por ser para su mujer las había tomado,
y que me podía ir de mañana cuando entrase la virazón
y le dí las gracias por ello,
y le besé las manos.
Trae en su galeón tres mil barras de plata
y tres cofres llenos de oro
y doce cofres grandes de reales de a ocho,
y dice que van para la China,
con las cartas de marear y un piloto de la China que tomaron...
Ernesto Cardenal