AL CONDE DE NOROÑA
¡Oh Conde! pues tu lira
Unida al son de tu divino acento,
Calma del mar la ira
Y el soplo agitador del raudo viento,
Y pasma del tonante
La enrojecida diestra fulminante;
¿Por qué tu voz sagrada,
Que con divino ardor y alta grandeza
Entonó entusiasmada
"La discordia levanta su cabeza"
Cuando te oyó Castilla,
Y retumbó la octava maravilla;
¿Por qué el horrible estruendo
No canta de Mavorte, y su pujanza,
Y el silbido tremendo
De la robusta y tembladora lanza,
Y el son estrepitoso
De su carro sangriento y polvoroso?
¿Y cuál Belona fiera
Aguija la cuadriga resonante,
Y gime en la carrera,
Y suda y cruje el eje rechinante,
Hollando sus rodadas
Cuerpos sangrientos, armas destrozadas?
Suelta otra vez al viento
La viva lumbre que tu pecho encierra,
Y suba al firmamento,
Y asombre v pasme la sangrienta tierra,
Y tu acento resuene,
Y el orbe todo de tu ardor se llene.
Y entre sangre y horrores
La gloria ensalza del valiente ibero,
Y mil y mil loores,
A1 ronco son del atambor guerrero
Canta a la noble saña,
Que esclarece los términos de España.
Y este nombre sagrado
Llévalo por do quier, desde el oriente
En púrpura bañado,
Hasta do esconde el sol su clara frente,
Y de uno al otro polo
Resuene el nombre de la España solo.
Alto asunto a tu canto
Las glorias de Sansueña y de Gerona
Te ofrecen, con espanto
De los que baña el Sena y el Garona;
Que contra su arrogancia
Ven renacer los héroes de Numancia.
Canta de Talavera
Y de Bailén los triunfos y victorias,
Que allí la Calia fiera
Vio marchitarse su laurel, sus glorias,
Y di el denuedo y brío
Del albionés, azote del impío.
¡Oh! si me fuera dado
El numen que en tu pecho se derrama,
Y el ardor desusado
Con que tu heroica cítara se inflama,
¡Cuál de la patria mía
Las hazañas y triunfos cantaría!
Mas ¡ay! que intento en vano
Cantar las iras del fogoso Marte,
Que con sangrienta mano
Va tremolando el hórrido estandarte;
Porque mi ebúrnea lira
Encantos del amor sólo suspira.
Aunque a la guerra dura
Tengo mi edad florida dedicada,
Y lleno de bravura
Tal vez empuño la tajante espada,
Y con brazo membrudo
Vibro la lanza y el doblado escudo;
Y revolviendo el freno
Del monstruo altivo, que abortó el tridente,
De sangre y polvo lleno,
Me ha visto el sol ardiente
Hollar la muerte fiera
Del aurífero fajo en la ribera;
No es duro el pecho mío,
Ni se aplace con sangre, luto y llanto,
Ni con el son impío
De la trompa, que infunde horror y espanto;
Que sólo sus delicias
Son de Venus los gozos v caricias.
Diome naturaleza
Sensible corazón, pecho amoroso,
Y con dulce terneza
De Cíteres el fuego delicioso
Me prohíbe que cante
El ardor de Belona fulminante.
La inocente voz mía
Sólo sabe cantar tiernos amores,
Y la pura alegría
De los risueños campos y las flores,
Y fiestas pastoriles,
Y los gratos cuidados juveniles.
Pero tú, egregio Conde,
A quien Apolo la sagrada frente
Entre laurel esconde,
Canta los hechos de la hispana gente;
Triunfará del olvido
De tu pecho y tu cítara el sonido.
Duque de Rivas