EL TEMPLO ARRUINADO
Repite mis pasos, sonoros y lentos,
del templo arruinado la nave sombría
y místicas notas o tristes lamentos,
al dar en las grietas, remedan los vientos,
los vientos que soplan de la serránía.
Doquiera del tiempo los ímpetus rudos
se ven en las torres de tosco granito,
la araña su tela tejió en los escudos,
y dentro revuelan murciélagos mudos
y da .la lechuza su tétrico grito...
¡Ay! todos llevamos un templo arruinado
allá en lo profundo del alma escondido,
que guarda las sombras que envuelve
el pasado; a veces abierto y a veces cerrado
con llaves que sólo conoce el olvido.
Un templo que abren con mano inclemente,
las fechas aciagas, las lánguidas notas,
los suaves perfumes, la queja doliente,
los vagos paisajes que llevan la mente
a las solitarias regiones ignotas.
Un templo que abren las tardes sombrías,
los grises celajes de un cielo de invierno,
las noches calladas, oscuras y frías,
y entonces cual buhos las melancolías,
revuelan .y lanzan su gemido eterno.
Así cuando en medio del goce mundano
el rostro se nubla, de sombra cubierto,
y el llanto los ojos. contienen en vano,
¡ay, es que al impulso de incógnita mano
crujieron las puertas y el templo está abierto!
Diego Uribe