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CAZADOR DE SUEÑOS

El amado no podía, en las flores del saguaro
reencontrarla. No podía en los pequeños hummingbirds
—esmeralda turquesita rojo vivo y los cafés—
ver su aura, néctar miel, vibraciones del desierto para
el. Puedo verlo, ensoñar sobre su manta, grandes piedras
en su cinto de turquesas y la piel, del desierto esmaltada
Bello joven. Hizo acaso la cunita, que perfecta
en nueve meses todo padre le asegura al niño
nuevo, o el cazador de sueños: madre araña en su casa
de abalorios, flotante gracia y la plumita, por amor
trabadas. Cazador de sueños: los sueños buenos que
después, serán los cantos, y los sueños malos por el circulo
pequeño se regresan al país, al gran lago
de los sueños que sustentan nuestras vidas y sus actos

Bello joven de linaje navajo americano,
te veo, sin poder decirle adiós a la que amaste
Mas alla las rojas mesas de arena petrificada
Como la muchacha que en Flagstaff se acercara a hablarme,
así, tu amada Ella y yo tejiendo juntas la tela
rota, ella navajo, brillante juventud y yo
la vieja hermana blanca americana. Y la otra,
la anciana más hermosa que cerca del cañón pequeño
en una tiendita de la carretera entre turquesas
sonreía plácida, no me hablaba pero sus ojos
directos a mi mirada, era aquella vieja sabia
que a ti te dijo, no es manera, no, morir de tristeza
no es manera de alabarla, ni a ti, ni a la tierra que
te sostiene ni a tu amada Así, prometió el encuentro,
uno más, y para siempre y que aprendieras todo vuelve
cuando va de retirada. En lo alto de la montaña
el amanecer los hallo abrazados. Te dijo: no
volveré, pero en tus brazos estaré hasta siempre

Bello joven americano, la promesa de no
seguirla no cumpliste, te comprendo, tampoco yo
lo habría hecho, Euridice precisa envejecer
para dejar de ser Orfeo y ser la anciana. Así
se abrió la tierra y sus orillas, no se atraviesan ni
se cierran. Muestran la enseñanza. Cañón. Herida abierta
Belleza inexpugnable. Agua, nieve. Terciopelo
de la materia orgánica sobre la piedra que estando
viva enseña siempre. Un solo continente y yo,
la anciana, la muchacha y tu belleza, finalmente
resignada, tejemos la telita preciosa del
ensueño: Alabar la tierra enamorada, conducir
con la plumita el ayer al mañana. Los buenos sueños
y los malos, por el circulo pequeño se regresan
al país, al gran lago, donde juntos sustentan nuestras
vidas y sus actos. Leyenda, del Cañón del Colorado

autógrafo

Diana Bellessi


«Sur» (1998)

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