DON EDUARDO
Esos mirlitos negros
¡cómo cantan mi Dios!
Mi padre les decía
congos, congos azules
solo por ser tan negros
Les vería el reverbero
Como quiso también
el atrapar la magia
Le gustaría aquí,
sentadito en su silla
baja de junco, mate
en mano y en silencio
escucharlos a esta hora
nublada y quieta, veo
su silueta, el rostro
melancólico dice
no quiero irme, mundo
tan hermoso. De pronto
quebraba su silencio
para enseñarme: esos,
ves, son congos azules,
el silbo más hermoso
del campo. Así te honro
O más: sí, te cansaba
la gente, pero nunca
vi persona tan, tan
solícita, atento
a la necesidad
de otro, dispuesto, esa
enseñanza mayor
Ha empezado a llover
muy suave y se diría
los pájaros lo anhelan
Llamadas en la quieta
mañanita de enero
...Y la memoria llama
Diana Bellessi