VIII
TARDE
Está el alma tranquila
y la tarde desnuda tiene una luz rosada.
El padre Sol vigila
—inútilmente, pues no ocurre nada—.
Mi alma está de alivio
luto, y tiene una gracia interesante
mientras el aire tibio
la empuja, sin timón, hacia adelante.
Y bien vale la pena
de dejarse llevar así, al azar...
Que toda playa es buena
y... no tengo interés en navegar.
Dámaso Alonso, 1921