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EL CORAZÓN PERPLEJO

Desventurado corazón perplejo,
inconsecuente corazón,
                                                no dudes.
No tiembles nunca más por lo que sabes,
no temas nunca más por lo que has visto.
Calamitoso corazón,
                                          alienta.

Aprende en este ahora
el pálpito que vuelve con lo eterno,
para latir conforme en valentía.
Los números del mundo están cifrados
en la clave de un sol tan rutilante
que te ciega los ojos si calculas.
Ciégate en esperanza,
                                              errátil corazón,
suma los números.
Un orden en su imán te está esperando.

Desde el final del tiempo se levanta
un ácido perfume de hojas muertas.
Respíralo  y respira su secreto.
Abre de par en par tu incertidumbre.
No permitas
que encuentre domicilio la tibieza,
ni que este inescrutable amor oscuro
cometa el gran pecado de estar triste.
Acógete a ti mismo en tus entrañas
con tu abrazo más fuerte,
tu mejor padre en ti, tu mejor hijo,
gobierna tu ocasión de madurez.

Insiste una vez más
aspira en estas rosas
su pútrido fermento enamorado.
En este desvarío de tu voz
se desnuda el enigma, transparece
la recompensa intacta de estar siendo.

Aquí estamos tú y yo,
altivo corazón,
                              en desbandada.
A fuerza de caer, desvanecidos,
y a fuerza de cantar,
                                          enajenados.

autógrafo
Carlos Marzal


«Metales pesados» (2001)

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Tomado de la página Biblioteca Cervantes Virtual.