A ALBERTO
Las siguientes composiciones están dedicadas a una persona que no existe ya. Por eso me atrevo a publicarlas. Una mujer puede, sin sonrojo, decir a un muerto ternezas que no quisiera que la oyesen decir a un vivo.
GLORIA DE LAS GLORIAS
Es dulce recordar sueños de niño,
el vago acento de la edad primera
que en nuestro oído resonar hiciera
el ángel que anunció nuestro cariño;
cuando figuro que tu cuello ciño
en esa edad tranquila y placentera,
embriagada mi alma en sus memorias
digo que amor es gloria de las glorias.
Y es más dulce los sueños juveniles
recordar de esta vida enamorada
que siempre de ilusiones sustentada
consagra a los amores sus abriles;
yo te sabré cantar recuerdos miles
de esta pasión divina y encantada
que forma en sus combates y victorias
de nuestro amor la gloria de las glorias.
De una tarde serena de reflejos
sobre tu bello rostro apasionado,
la sombra de aquel valle sosegado
donde encontramos a los pobres viejos,
el canto de la tórtola a lo lejos
y el beso de las auras regalado
me inspiraran poéticas historias
para tu amor que es gloria de mis glorias.
Te cantaré la llama indefinible
del entusiasmo que en mi ser palpita,
la sed ardiente que mi sangre irrita,
la fe de mi pasión indestructible;
la fuerza de tu encanto irresistible
que mi vida en insomnios debilita,
y pálido y temblando a estas memorias
dirás que amor es gloria de las glorias.
No pienses que al ceñir prendas de orgullo
coronas que los genios conquistaron
esas frentes dichosas palpitaron
cual yo de tus acentos al murmullo;
no hay eco en la creación, no hay canto, arrullo,
aplausos que los hombres inventaron,
que no parezcan dichas transitorias
ante ese amor que es gloria de mis glorias.
En vano la ambición arde y se agita
abrasando a los débiles mortales,
y conquista laureles eternales
cuando la flor del alma está marchita;
de otra deidad más alta y más bendita
invoquemos placeres celestiales.
Porque entre tantas dichas transitorias
tan sólo amor es gloria de las glorias.
Sé que la sombra del dolor me sigue,
se que la vida perderé en el llanto,
sé que este amor tan inocente y santo
no ha de lograr la paz que lo mitigue;
pero bendigo el mal que me persigue,
las lágrimas, las penas, el quebranto,
y bendigo mis dichas ilusorias
porque es tu amor la gloria de mis glorias.
Elvas, 1845
Carolina Coronado
Tomado de la página Biblioteca Cervantes Virtual.