HOMENAJE A VERLAINE
Para medir trayectos anda el viento
entre los árboles, aromas viajan;
para aprender distancias, por ejemplo
ir de mi cuerpo al tuyo, de ola a ola,
sería preciso desplomarse adentro,
puentes tender (por sobre el cataclismo)
que hemos ya destruído, levantarlos.
Otra vez entre esquivas entrevistas,
hacia afuera expulsar el humo que antes,
el corazón domar, la peripecia,
hacer caber el cuenco de la mano
en el seno, romper lo que antes fueras,
revisar las palabras y los gestos,
todo el terror, el gris quemarlo y verlo
como oro ardiendo, como si erupciones
de ceniza abolida, el sexo mismo,
ardiendo el bosque, Giacometti funde;
la seda derogar, vestirse el aire,
lo mismo que furtivas transparencias
sobre el cuerpo, los ojos desprendidos
de tanto ver, de irse tan profundo;
exprimir los sentidos, desatarlos,
la mirada perdida, el presupuesto
de ternura, si no eres te extravías
de sol a sol, cicatrizando, herido.
Se vuelve trizas en mi alma tu alma.
Pero no te retengo, la ceniza
circunda el terrorismo y enloqueces,
sin duda que enloquezco, te lo digo
(verlainiano el otoño se detiene).
¡Déjame estar siquiera en la distancia!
¡Déjame estar a orillas de tu abismo!
1978
Belisario Betancur