CONVERSACIÓN
Dios te perdone al fin tanta tortura:
bien que a tu mano la movió el despecho
y daga fina hundísteme en el pecho,
que no te sea la existencia dura.
Que una vez más conozca la amargura
importa poco; el corazón deshecho
aprende más con su impiedad. Bien hecho;
gracias, amigo, que esto me depura.
Iba teniendo una sospecha vaga
de que la llama del placer se apaga
poquito a poco en el camino humano.
Temblaba acaso por su leve abrigo,
pero inquietud me ahorras, buen amigo,
que de un golpe la ciegas con tu mano.
Alfonsina Storni