A UNA DAMA
Que me tuviste amor has confesado
cuando ya me condenas a tu olvido;
no me matarás, no, de aborrecido,
dejarásme morir de enamorado.
Haber perdido el bien después de hallado,
es peor que no haberlo conseguido;
no es infeliz quien dicha no ha tenido,
sólo aquel que la pierde es desdichado.
¡Oh, nunca yo supiera que me amaste!
Pues juzga mi temor, o mi fineza,
que tu mudanza es culpa de mi dicha.
bien conozco de ti que te mudaste;
pero no sé culpar a tu firmeza,
como tengo más cerca a mi desdicha.
Antonio de Solís y Rivadeneyra