RUBOR
No quiero eterna juventud, quisiera
curarme la vejez como se curan
del invierno los árboles, lo mismo
que el arrugado ceño de los montes
recobra su verdor en primavera.
Contar por vidas y olvidar los años,
sufrir las apariencias sarmentosas
con corazón feliz, ya que su riego
devolverá el color y la tibieza
a la niñez que a flor de piel nos brote.
Rubor, que no verdor, en los ramajes
y una fe ciega en el poder de un alma
con profundas raíces en la tierra.
Manuel Altolaguirre