SHELLEY
El agua vengativa desde el lago
en donde recibió a la voluntaria,
se alzó como un espíritu gigante,
como hijastra de un mar enfurecido,
como hermana menor de las tormentas
después de concebir segunda muerte.
Ya había gozado del postrer aliento,
ya fue sepulcro líquido y sudario,
y niebla quiso ser, nube irritada,
bélica lluvia para su enemigo.
Años llevaba cabalgando al viento,
desmayada en los trigos y rosales,
balbuciente en arroyos y humillada,
cuerpo vago del alma de Enriqueta,
cuando tomando forma más precisa,
al divisar al fugitivo amante,
en sus mejillas reflejó la aurora;
todo el mar levantó con su suspiro,
enemistando al viento en las alturas
y en un lecho de espumas y odio amargo
cubrió con su silencio y con sus quejas
al solitario náufrago perdido.
En brazos de un espectro, que era tálamo,
enamorada yedra y tumba fría,
Shelley perdió su libertad muriendo.
Manuel Altolaguirre