TIERRA Y CIELO
Mis dos manos cortadas
unieron sus muñecas,
y en árbol convertidas
—el suelo en la cintura—
agarraban la tierra
y agarraban el cielo.
Así, una mano hundida
en la dura tiniebla
y la otra mano libre
como verdor en brisa,
mientras aquélla roba
del dolor su frescura,
ésta luce en el aire
la virtud cíe sus flores.
Desenterrando abismos
y escalando cristales
el árbol de mi vida
huye en dos direcciones.
Manuel Altolaguirre