LO INVISIBLE
A Pedro Salinas
BRINDIS
Deja el vino en la mesa. Mira cómo
un nuevo invierno de honda lejanía
—leñas y nubes, sequedad y frío—
insondable y fantástico aparece.
Bebamos más. Que nuestras almas sean,
de cenizas y tul, las que separen
la infinita maraña de la muerte.
Que entren en el invierno de la espina,
que las telas de araña se desgarren,
que el humo blanco y quieto se divida.
Nuestra carne desierta sea olvidada
y se pudra insensible, porque estemos
en los grises castigos para siempre.
Bebe, que el aire es ciego. Bebe y mira
el hondo y crudo invierno dilatarse,
a sus nubladas luces sometido.
Condenado me entierro. Mi futuro
un invierno insondable, seco y frío.
Manuel Altolaguirre