NO TE NADA
Porque el exceso de tristeza mata también a la poesía
y solo deja el recurso de encontrar belleza en la propia muerte,
no has de llamarte nunca Anna.
Y yo lo sé,
que no me llamo Anna,
pero que la he visto
romperse
como se rompe una carta de amor
—como se rasga, mejor dicho,
con el sonido ese de chasquido de dedos finos—
por cualquiera de sus ejes.
No dejes nunca que nadie te llame Anna,
a no ser que hayas sido Anna desde siempre.
Entonces, espera el momento:
día frío, velocidad moderada,
el humo que se aleja o que se acerca
y salta.
Alba Flores Robla