A LA SEÑORITA DE...
EN SU ÁLBUM
Paz de Dios siempre a tu seno
Y a tus jardines un lirio,
Y si amas un hombre lleno
De esperanza y de delirio.
Salas y Quiroga.
Cuando en la tierra extranjera
Donde a morar te dispones
Con voz fatal la campana
Anuncie al suelo las doce,
Y las virtudes y el vicio
En las calladas mansiones
Gocen del blando descanso
Que trae consigo la noche,
Suelta tus rubias madejas
Que por el cuello, sin orden,
Al resbalar blandamente
Al seno cándido toquen,
Entre las palmas ebúrneas
La mustia frente repose,
Y pensamientos de virgen
Por ella crucen veloces.
Abre este album, mujer bella,
Ábrele, rápida, entonces,
Que de misterios y amor
Llenas palabras esconde.
Y a la luz trémula y roja
De alguna lámpara inmoble,
Busca en sus hojas, perdido,
Como en el mundo, mi nombre.
Búscalo, sí; y al hallarle
Lágrimas tiernas lo mojen
Que arrancarán a tus ojos
Recuerdos ¡ay! matadores.
Recuerdos, no del poeta
Cuya existencia corroe
Algún oculto veneno
Que Dios en su seno pone;
Sino de tu patria bella,
Ciudad de las negras torres
Que con cintura de espumas
La sien adornan de flores.
De ese su cielo apacible
De sus festivas canciones,
Y de ese monte atalaya
Que lamen ondas veloces.
¡Cuántos amargos ensueños,
Cuántas ingratas visiones
Sobre tu frente sus alas
Plegarán raudas entonces!
Latirá el seno agitado,
Se apagarán los colores
De tus mejillas; los labios
No darán paso a las voces.
Y como fuente que llena
Salva los marcados bordes
Y arranca al paso la flor
Que octubre en los campos pone,
Por los pesares hinchados
Tal vez tus ojos arrojen
Así de llanto, torrentes
Que borren pronto mi nombre.
Mas no: do quiera que mire
Nacer la hermosa sus soles,
Un ángel vela a su lado
Para calmar sus dolores;
Y la esperanza le vuelve,
Cuando se aduerme en la noche,
Besando el nítido seno
A que piadoso se acoje.
Virgen de rubias madejas,
Guarde el Señor tus amores
Y haga que en tierras extrañas
Tu vida en dichas rebose.
Febrero de 1841.
Adolfo Berro