A TI
La luz pura
De tus ojos
Mis enojos
Templará;
De tu acento
La dulzura
Mi tristura
Calmará.
OCHOA.
¡Alma mía! de ti ausente
Nada encuentro que me aliente
En el dolor:
Que eres tú solo consuelo
De mi pecho, en este suelo
Matador.
La armonía regalada
Que se escucha en la alborada
En derredor;
El aroma de las flores
Cuando asoma entre esplendores
Lento el sol:
Las inquietas mariposas
Que ya besan a las rosas
Con amor.
Y la sauras que a la frente
Circundando tiernamente
Dan frescor;
Nada, hermosa, vuelve al alma
La fugaz y dulce calma
Que perdió:
Nada vuelve; ¡ay! a mi vida,
Tan temprano dolorida,
Su vigor.
¡La vida! sí, ¿qué es la vida
Si nos falta la mujer
A quien dijimos ayer
Serás tu sola querida?
Que es la existencia en la tierra
Si de la frente abrasada,
Nadie, con mano adorada,
Negras ideas destierra?
—Flor despreciable, inodora,
Que estando falta de riego
Con sus mil rayos de fuego
El Sol marchita y devora.
*
¡Virgen pura! si un momento
Disiparas con tu aliento
Mi pesar:
Si tu seno tan amado
Yo sintiera apresurado
Palpitar:
Si en mil rizos tu cabello
Resbalando por el cuello
Sin igual
Se mezclara blandamente
A las hebras de mi frente
Mundanal:
¡Ángel mío! volvería
A mi pecho la alegría
Que pasó,
Y con llanto de mis ojos
No causara más enojos
A tu amor.
Octubre 23 de 1840.
Adolfo Berro