A MI LIRA
Cándida lira, que con tierno anhelo
Del alma templas el cruel dolor:
Calla, pues vuela tu fugaz consuelo
Cual hoja leve que huracán alzó.
¿Qué importa, díme, que en el pecho mío
Bálsamo vierta tu apacible son,
Si eternos viven en el mundo impío
Los fieros males que lloró mi voz?
¿No ves al negro en cautiverio aciago
Inerme presa de señor brutal?
¿No ves cual abre a seductor halago
Su incauto seno la infeliz beldad?
¿No ves lanzada del materno lecho,
Cual tierna rosa a la corriente audaz,
Párvula al mundo, que en ageno techo
Amor, en vano, buscará y solaz?
En lid nefanda la sangrienta diestra
El pecho rasga del hermano ¡oh Dios!
Y casta esposa los joyeles muestra
Que a las vencidas arrancó su amor.
Tal vez en medio a la hermanal pelea
Vate profano pulsará el laúd,
Y tinto en sangre, que caliente humea,
Dirá al terrible triunfador «¡salud!»
«Vencidos huyen por el llano y sierra
Esos que osaron tu poder burlar:
Amo te aclame la postrada tierra.
Ardan inciensos en el patrio altar».
Tú sola sabes, solitaria lira,
Herir las armas con doliente son,
Mas no apagar del vencedor la ira
Huellas dejando de piedad y amor.
¿Qué importa, dime, que del pecho mío
Templen tus ecos el cruel dolor,
Si eternos viven en el mundo impío
Los fieros males que lloró mi voz?
Junio de 1840.
Adolfo Berro