CARACOLA
El mar danzaba entre las islas
desnudo y joven como un dios.
Sobre su piel resplandecía
el agua azul, llena de sol.
El viento alegre del verano
abría el cielo de cristal,
y crepitaban las cigarras
entre las llamas del pinar.
Ramos de espuma le ceñían
la clara frente, y el vaivén
de las gaviotas se acordaba
al ágil ritmo de sus pies.
El son delgado de una flauta
llenaba todo el olivar.
El mediodía restallaba.
¡Danzaba el mar! ¡Cantaba el mar!
Meira Delmar