EN LA NOCHE ESTRELLADA
¿Serán aquellos cuerpos tan sólo piedras frías
—inaudible su música de argollas—
nacidas sin amor para rodar desiertas?
Nos consuela su luz, mienten sus rayos
calor, y acaso un Ser oculto,
con llamas en los dedos, las enciende;
y alumbra en los humanos la esperanza.
¿Nacieron con amor, y ahora desiertas
ruedan, cada vez con más frío y más silencio,
borrado sueño de algún cadáver poderoso?
Nuestra mirada las consuela, mentimos
un calor, como si oculto un Ser,
con llamas en los dedos, encendiese
el pensamiento grave de los hombres.
¿Y así la vida pasa, encendida la carne,
y la piedra encendida?
Acaso existe un Ser, alguna mano oculta,
con llamas en los dedos, que está quemando
el tiempo. Y es el hombre y la piedra
los restos que amontona la ceniza.
Francisco Brines