TODOS LOS ROSTROS DEL PASADO
Todos los rostros del pasado, difusos, bellos, han venido
con su pureza o su maldad
a liberarme de la tristeza en esta tarde.
Nada remuerde a la conciencia
si llevo la piedad a unos ojos terribles,
o a unas manos que sólo golpearon,
porque así me miren otros, con ojos arrasados, sabiéndome también terrible y violento.
La pequeña emoción que voltean los pechos
a unos los enciende con el gozo
y a otros los condena con dolor profundo,
y el hombre no comprende el designio secreto de su naturaleza.
Todos nos hemos reunido,
algunos todavía con rubor infantil, otros desnudos
y vigorosos debajo de las sábanas,
para mirarnos confiadamente.
Y en la mirada de cada uno reconocemos el bien,
y el mal de cada uno es el que nos transmitimos con ceguedad.
Nos hemos preguntado, y nadie sabe la respuesta,
si es más valiosa una pequeña felicidad que el dolor que encanece los cabellos,
si un nimio desengaño es más valioso que una felicidad enajenada,
porque nunca sabremos por qué la memoria ha sepultado aquel día y ha elegido aquel otro para su salvación.
Pero todos nos hemos reunido,
y también los jóvenes que corrompió la muerte,
para defender cada momento de la vida.
Y unos asienten al presente
porque les permitirá nutrirse de sí mismos, y salvar piadosamente de la muerte a los muertos,
y otros asienten al presente porque es siempre el origen del futuro misterio, de la continuada realidad,
y todos hemos asentido porque el presente es precario como el hombre.
Y hemos aceptado esta dichosa aventura:
oler una flor del campo,
acariciar con temblor un cuerpo amigo,
ver las sombras abatirse diariamente sobre la tierra.
Y tú entre ellos, rostro más delicado que ninguno,
rubor tan encendido que me vuelve inocente,
que ríes como el mundo cuando es feliz,
y miras mi corazón con dos oscuras y suaves violetas alojadas debajo de la luz.
Por ti nos hemos reunido todos con amor,
para que aceptes de mí la ocasión del dolor y la del gozo,
como yo acepto también el dolor renovado que me traigas
o el alto gozo de la contemplación de tu existencia.
Francisco Brines