POEMA DE OSCAR WILDE
Andad con paso leve
por las hojas marchitas:
Sabed que ella quedó bajo la nieve
y está oyendo crecer las margaritas...
Sabed, sabed que era
su juvenil tesoro
el oro ardiente de su cabellera,
y que es ceniza, todo aquel oro.
Sabed que era su frente
como el nacer del día;
y sabed que vivió tan dulcemente,
que era mujer, y apenas lo sabía.
Su nombre, en esa losa,
su ataúd de madera,
están diciendo que con una rosa
puede morir también la primavera,
Pero esa tumba huraña
es su tumba y la mía:
mi corazón, sabedlo, la acompaña,
y habrá que echar más tierra todavía...
José Ángel Buesa