ELEGÍA PARA ENTONCES
Entonces, todavía tu voz me sabrá a luego.
Y todavía y luego y siempre serás otra
más allá de ti misma, inaccesiblemente...
Y siendo tú el mar íntegro, te buscaré en la ola.
Entonces, en tus ojos flotará todavía
aquella vaga música que rimé con las rosas.
Y todavía entonces saldré a escuchar tus ecos
a las distancias húmedas de palabras redondas.
Entonces, todavía te esperaré... En ti misma
esperaré el retorno lírico de tu otra.
Y aromaré la brisa del bosque con tu nombre
y en la arena del páramo sembraré mi voz ronca...
Y la flor, y la piedra, y el árbol, y el sendero,
y la raíz, y el ala, y la luz, y la onda
me dirán que te vieron pasar como un perfume
envuelta en una trémula túnica de palomas...
Y la rosa, y la brisa, y la fuente, y el astro,
y el pájaro, y el musgo, y la nube, y la fronda
me dirán que pasaste cubierta de rocío
entre un emocionado vaivén de mariposas!
Y en lo hondo de tus besos habrá un temblor de ausencia,
y besaré en el polvo la huella de tus corzas;
fatigaré el oráculo del pétalo sonoro
y beberé el narcótico del pétalo sin sombra.
Y entonces, todavía tu voz me sabrá a nunca,
y todavía y siempre esperaré a tu otra
más allá de ti misma, inaccesiblemente...
Y, siendo tú el sol íntegro, te buscaré en la aurora!
José Ángel Buesa