Y de repente en la mansión vacía,
sentí la oscura ráfaga del viento,
que era como la sombra en movimiento,
como una sombra que me perseguía.
Y aquel viento fatal, que más bien era
algo así como un hálito sombrío,
fue esparciendo ceniza en torno mío
y subió con pies negros la escalera.
Y me detuvo en medio de la sala,
con el pavor de aquella sombra mala
que por dentro de mí se anochecía.
Y entonces supe que un remordimiento
puede ser una ráfaga de viento
y el corazón una mansión vacía...
José Ángel Buesa