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        A GUILLERMO BLEST GANA

  (Después de leer «La Flor de la Soledad» que me está dedicada)

                        I

Si el fanático me acusa
Y hasta el cielo me rehúsa,
Lo desprecio.
Rebelde y libre es mi musa,
Y dejo la ciencia infusa
Para el necio.

¿Qué me importa esa ralea,
Cuyos sentidos marea
La perfidia?
El artista, con su idea
Vive, y jamás la hace rea
De la envidia.

Ella es el templo y el ara,
Ella conforta, y repara
Los enojos.
De Dios todo mal separa
Y a la verdad pura y clara
Ven los ojos.

Cuando ladra en contra mía,
De los tontos la jauría,
Ladra en vano.
Yo leo tu poesía
Y hallo allí la simpatía
De un hermano.

Envuelve a mi pensamiento
Ese dulce sentimiento
Que la anima.
Late el alma de contento
Y con el tuyo mi acento
Bien se rima.

En el mismo año nacimos,
Amigos siempre crecimos.
En una aula
A Virgilio tradujimos,
Y juntos los dos salimos
De esa jaula.

La toga de los doctores.
Por el campo, por las flores,
Desdeñamos;
Y nuestros años mejores
Con platónicos amores
Engañamos.

Y al mundo entramos, risueños,
En pos de nobles empeños.
De obras bellas.
¡Aún éramos muy pequeños...
Y nos veían cazar sueños
Las estrellas!

En nuestra buena fortuna
Confiados, de la cuna
Barca hicimos.
¡A la mar!... Nube importuna
Tapó la faz de la luna;
¡No la vimos!

Teníamos energía
Y nuestra alma poseía
La inocencia;
La virtud que sonreía
Y que en su amor bendecía
A la creencia.

¡Después!... Una sombra oscura,
Un huracán de locura
Nos azota.
¡Maldijimos la ternura!
Y en estrotas, la amargura
De ambos brota.

¡Como un negro, en su faena,
He arrastrado mi cadena
Solo y triste;
Tú, de los brazos de Helena,
Las sombras de eterna pena
Nos trajiste!

¡Buen amigo! A tu partida
Nos dimos por despedida
Tierno abrazo.
¿Cerró tu profunda herida?
¿Le ha dicho a tu alma: olvida,
El Chimborazo?

                        II

Tú has vuelto a la patria bella,
Y yo estoy muy lejos de ella,
¡Ay! muy lejos.
Incierto estampo mi huella,
Que soy aquí ignota estrella
Sin reflejos.

Esa montaña sagrada
Rompe la esfera azulada
Al oriente.
Pirámide inmaculada,
Perpetuamente nevada,
De otra gente.

¡Coloso inmenso, te admiro!
¡En tu grandeza me inspiro
Illimani!
Y por tenerla suspiro
Cuando batir su ala miro
Al Mamani.

Allá al reptil desmenuza,
La nube eléctrica cruza
Que revienta.
¡Su pico en tu cresta aguza
Y con sus gritos azuza
A la tormenta!

¡Y vivo así! Contemplando
Esa montaña, y forjando
Mil quimeras.
Otra vida recordando
Y con mi mente abordando
Otras esferas.

Lo sabes. Deber sagrado
Me tiene aquí; resignado
Yo lo lleno.
Sin eso habría volado,
De tantos seres al lado,
Por quien peno.

Que aunque de Chile distante,
Siempre a Chile el ojo amante
Yo dirijo.
Cabizbajo, solo, errante,
En su patria, a todo instante,
Piensa el hijo.

¡Y a veces sufre! Y horrible,
Un tormento indefinible
Su alma hiere.
En su corazón sensible
Una visión imposible
Nace y muere.

Y no de infame avaricia,
Hambre eterna de justicia
Lo devora.
Si hoy otra época se inicia,
Voz de Dios, al bien propicia.
¡Suena ahora!

Ansias de círculo estrecho,
Desquites de vil despecho,
Nadie nombre.
Y el hecho estéril, el hecho,
Ábrale paso al derecho;
¡Triunfe el hombre!

¡Ah, cuándo, al aire, ligera,
Flameará nuestra bandera,
Sobre el muro!
¡Signo de la idea austera,
Astro de la fe sincera
Del futuro!

                        III

Amigo, siempre mi anhelo
Fijo está en el patrio suelo
Que amo tanto.
¡Ave-espíritu, allí vuelo,
Y bajo el sol de su cielo
Siempre canto!

Tú, en estrofas cadenciosas,
A sus selvas silenciosas
Ruidos llevas.
¡Y meciéndose armoniosas
En las ramas, son dichosas
Aves nuevas!

En tu frente, que temprano
Fue a golpear dolor tirano,
No hay cabellos.
Pero estás fuerte y lozano;
Brilla el sol del meridiano
Más sin ellos.

Y aún puedes, con tus cantares,
Sobre efímeros pesares
Elevarnos.
Y de Chile en los azares
Con tus himnos populares
Inflamarnos.

La libertad tenga lira,
Y la cuerda de la ira
Ronca vibre.
¡Cuando la verdad inspira,
El esclavo se retira
Vence el libre!...

                        IV

Tu amorosa poesía
Es una íntima armonía
Para mi alma.
¡Y deja, en la mente mía,
Con grata melancolía,
Dulce calma!

Y oigo la voz de un amigo
Que me hace falta, y contigo
Yo converso.
¡Cada estrofa es un testigo
De algún recuerdo... y bendigo
Cada verso!

Cada estrota es un alado
Bajel, que hacia el puerto amado
Me transporta.
Allí, dónde hemos llorado,
Dónde hemos quizás gozado
Dicha corta.

A la calle, a la Alameda,
A donde el Mapocho rueda
Agua y lodo.
Si la distancia ir me veda,
En memorias, todo queda,
¡Vive todo!...

¡Amigo, canta! Conquista
Del poeta y del artista
Lauro digno.
La fe en el arte te asista.
¡Yo, a seguirte con la vista,
Me resigno!

Y cuando aborde a esas playas,
Cuando tú a abrazarme vayas,
Los dos juntos,
Del Chuquiyapo y del Guayas
Tendremos de todas layas
Mil asuntos!

La Paz (Bolivia), Setiembre de 1857.

autógrafo

Guillermo Matta


Nuevas poesias de Guillermo Matta (1887)

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