VERSOS QUE ACOMPAÑARON A LOS ANTERIORES CUANDO FUERON ENVIADOS A LA PERSONA A QUIEN ESTÁN DEDICADOS
Cuando mirando anoche
Mi ceño triste y torvo,
Con plácida sonrisa
Y acento cariñoso
Por templar te afanabas
Mis tétricos enojos,
Tratándolos festiva
De súbitos y locos;
Bien viste de mi pecho
Brotar suspiros hondos,
Bañando mis mejillas
Irreprimible lloro.
La blanda risa al punto
Se heló en tus labios rojos,
Y en gesto pensativo
La vi trocarse pronto.
Perdona, dulce niña,
Turbase así tu gozo;
Mas ¡ay! cuando miraba
Tu alegre y lindo rostro,
Pensaba que en un tiempo
(¡Cercano no remoto!)
Un bardo, que fue gloria
Del Támesis brumoso,
Mirando igual cariño
En otros bellos ojos;
Mirando igual sonrisa
En otro labio hermoso,
Tan fúnebres acentos
Sacó del arpa de oro,
Que eternos vagar deben
Sus penetrantes tonos,
Dando dolor al pecho.
Dando a la mente asombro.
Estas tristes ideas
Del alma allá en el fondo,
Hicieron más profunda
La pena que devoro,
Y así tu dulce risa,
Que amor inspira solo,
Fue origen de mi llanto,
Fue causa de tu enojo.
Mas hora, porque otorgues
Aquel perdón que imploro,
Del bardo los acentos
Sin vacilar me apropio,
Y aunque en mi lira suenen
Destemplados y roncos,
Y fueron en su origen
Gemidos ardorosos,
Pues a vagar los mando
De tu sonrisa en torno,
Refrésquelos tu aliento,
Y endúlcenlos tus ojos.
Diciembre de 1845
Gertrudis Gómez de Avellaneda